
24 de diciembre de 2007, la gente se abarrota en el super de la vuelta.
Cerca de las bebidas, dos señoras se preguntan cuanta coca-cola tomara su familia esa noche, si 10 o 12,5 litros. Como no se deciden prefieren llevar 15, o sea , 6 botellas , 6 botellas de esa bebida que tanto los representa en las festividades, que los une, y los une tanto que no pueden ver a los que estan mas lejos.
Es sorprendente como la gente se olvida de la realidad en estas oportunidades.
Una mina, que exactamente ayer se quejaba de que era imposible llenar el chango dados los precios, se desesperaba por no perderse ningun producto navideño. Su chango era blanco rojo y verde.
¿Es que acaso las fiestas le frien el cerebro a la gente?¿Acaso no les llega la sangre a la cabeza por todo el pan dulce ingerido?
Pago mi pollo a la parilla, y me retiro de la escalofriante escena.
Recien es el mediodia, y los locales prescindibles ya estan cerrados.
Me aterra pensar un segundo en el estar en los pies de la gente que ya sea por necesidad o por obligacion, permanecen con sus persianas altas, esperando a quienes necesiten algo de ultima hora, esperando a los padres que se olvidaron del regalo, esperando, a pesar de haber echo turnos de 11 horas durante toda la semana, a pesar de que son los unicos empleados y deben atender a todos lo clientes que se acercan.
Pero es asi, la navidad esta en el aire, y llego para quedarse, hasta que amanezca y no quede mas que esperar el año nuevo.Es como si todo desapareciera durante estas dos semanas, navidad y año nuevo, las dos metas que a la gente les importa.
Todo debe estar perfecto, la comida planeada con anticipacion, las compras echas al pie de la letra. Consumir es la consigna, no importa que, no importa si nos venden comidas de invierno o el arbolito nevado, hay que ir a por el.
Engordarse uno mismo para ser devorado por los de mas arriba.
-Señor, ¿me da una moneda?-
Un nene al lado de un kiosco me extiende la mano.
Ojos tristes, con la cara sucia.
Accedo, y le acerco mi mano con 50 centavos adentro.
Gran sorpresa me llevo al ver que el chico entra al local y compra una o dos cajas de fosforitos.
La madre del nene, el cual me embauco como un gran genio diabolico, intenta devolverme el dinero.
-No, no hay problema, es un regalo-
Mesa llena.
En mi casa por suerte no se lo toman demasiado en serio.
Mirando alrededor, no veo arbolito, decoracion navideña, productos rojo y verdes, ni regalos.Solo por cuestion de costumbre nos juntamos, porque la navidad une, incluso familias como la mia que por esto o por lo otro, jamas en el dia tienen una comida juntos.
Esa es la magia de las fiestas, dos noches al año en que, gracias al exceso de nuestra mesa, somos capaces de un poco de compacion, de amor, de respeto.
Dos noches en la que la gente mira mas alla de su propio culo, para ceder un poco a los demas.
Aunque se que con eso no alcanza, aunque solo sea de hipocritas (no siempre, aclaro)es una vista capaz de sacarte una sonrisa.